Ego y ser más auténticamente sí mismo
En este artículo trataremos algunos conceptos necesarios para comprender el sano funcionamiento en la relación ego-Self. Luego nos aproximaremos a lo que interrumpe o distorsiona esta relación, que produce malestar y sufrimiento a uno mismo y a las relaciones.
Descriminalización del ego
“Tener ego” suele ser una expresión con connotaciones negativas en la jerga popular. Sin embargo, esta estructura llamada ego no es buena ni mala, es necesaria para la vida tal y como la concebimos. Y tanto puede centrarse en fines socialmente indeseables: el robo, la estafa, el asesinato, entre otros, como en fines loables: el servicio a los demás, el aporte a la comunidad, la protección a la familia, el trabajo, el estudio, entre otros.
De modo que, los propósitos del ego pueden ser indeseables o loables. Depende de la relación entre la esencia de la naturaleza humana, y las valoraciones familiares y culturales que se internalizan a lo largo de su desarrollo. Esta relación determina la intención en la que el ego se focaliza.
Desarrollo del ego
El ego crece a partir del Self (sí mismo). Son como islas que emergen de un océano profundo, y con el tiempo se expanden y unifican. El ego es una estructura que todo ser humano desarrolla a lo largo de su vida, así como la capacidad de ser consciente de ella. A partir de los dos años el niño toma conciencia de sí mismo, se diferencia de los demás, y dice: “yo quiero”. Pero el ego comienza a formarse desde la concepción de la vida. A partir de experiencias concretas que implican desafíos, logros, frustraciones, satisfacciones, dificultades, conflictos, angustias, alegrías, tristezas, sufrimientos o dichas, que nos ocurren a lo largo de toda la vida, en interacción con personas en diferentes contextos.
Las primeras figuras significativas que influyen fundamentalmente en la construcción del ego son: madre, padre, hermanos, abuelos, entre otras. En este proceso, son muy importantes los primeros años de vida, en los que se genera lo que se denomina “apego”. Si estas figuras significativas atienden las necesidades del niño en el momento oportuno, de manera adecuada, se genera en él lo que llamamos un “apego seguro”, que se construye a través de distintas formas de amor.
Por ejemplo, si el niño recibe un abrazo cuando está angustiado, si se lo provee de un ambiente pacífico, amoroso, comprensivo, empático, y no se lo expone a humillaciones ni a situaciones que no puede tolerar ni procesar por su condición infantil, si recibe protección, cobijo, educación, calor, y alimentación adecuada. Así se promueven las conductas de autoestima y autocuidado, que le dan confianza, tanto en el área física, como en la intelectual, y en la emocional y afectiva, que se manifiestan en la capacidad de forjar relaciones profundas y sólidas.
Todo esto contribuye a que la niña o el niño desarrolle la “resiliencia”, que significa un ego mejor preparado para lidiar con el mundo externo e interno, y permite que se auto recupere y se fortalezca ante situaciones adversas y potencialmente traumáticas.
Desarrollo, Identidad y Principio de Individuación
En el origen, antes de que el ego aparezca como tal, se identifica con el Self o Sí mismo. Ahí comienza una progresiva diferenciación del ego con el Self, guiada por un principio psicológico que, desde la perspectiva junguiana, denominamos “Principio de Individuación”. Este organiza la experiencia humana para trascender las diferentes etapas de la vida: infancia, adolescencia, juventud, madurez, ancianidad, y permite expresar lo que cada uno es llamado a ser en cada fase.
El ego siempre pertenece a su origen, el Self. Es como un hijo que se diferencia de sus padres y se separa de ellos progresivamente en la juventud y en la adultez, y nunca deja de pertenecer a su origen, a través de la genética y el alma familiar de donde emergió. La identidad consciente, lo que cada uno cree que es, en cuyo centro está el ego, se desarrolla a través de un proceso que implica la transformación de estructuras psicológicas durante toda la vida, si bien preserva sus rasgos esenciales.
Proceso de Individuación
El proceso a través del cual se transforma el ego, y con él, la consciencia y la identidad, lo llamamos “Proceso de Individuación”. Este es más notorio en algunas etapas claves de la vida, como el pasaje de la niñez a la adolescencia, o en la mediana edad.
Este proceso es natural (arquetípico) en todo ser humano. Lo rige el “Principio de Individuación” y es ineludible. Quien evade la conexión con el Self, o el camino de ser uno mismo, paga altos costos tales como la ansiedad, la angustia o la depresión, entre otros síntomas, y pierde el sentido de la vida. Dicho proceso ocurre durante toda la vida a través de las relaciones con otros, cuando se confrontan las necesidades y motivaciones del mundo interno con distintos contextos del mundo externo, como la familia, el barrio, la escuela, la comunidad, el trabajo.
También cuando interactúan distintas áreas del mundo interno, que muchas veces entran en conflicto. Hay determinadas formas de funcionar en los vínculos cotidianos (cónyuge, padres, hijos, hermanos) que son parte de nuestra identidad. Sin embargo, en algún momento de la vida puede surgir un anhelo de diferenciación, el cual se confronta con fuertes tendencias internas de lealtad que ligan al individuo a esos vínculos originarios. Por ejemplo: es posible que la lealtad de los hijos hacia sus padres les genere dificultades para que encuentren su propio camino de individuación. Si el hijo necesita desprenderse de mandatos o expectativas inconscientes de los padres, o situaciones familiares a los que es leal, tenderá a experimentar lo que desde la perspectiva sistémica de “Constelaciones Familiares” significa: “mala conciencia”. Ya que en dicho proceso es necesario transformar esas identificaciones con roles y expectativas familiares, las cuales hacen sentir “pertenencia” al sistema.
Por ejemplo: para ser auténtico consigo mismo y lograr la
individuación, es posible que una niña o niño con talento artístico, tenga que confrontar valores familiares tales como ser un profesional exitoso en algún conocimiento técnico o científico, a través de los que se valida la “pertenencia” al sistema, lo cual puede producir la sensación de “mala consciencia”. Sin embargo esta, es necesario experimentarla para la individuación en algunas etapas. Algo similar ocurre en una pareja, cuando una de las partes plantea un anhelo de seguir un proyecto que altera los planes y roles que ambos acordaron tiempo atrás, aunque dicha “mala conciencia” no se experimenta con la intensidad que ocurre al diferenciarse de los padres.
Funciones del ego y Principio de Individuación.
Escuchar el llamado interior y enfocar la consciencia en la
autorrealización de este, son funciones fundamentales del ego sano. Para esto, el ego recaba datos, planifica, jerarquiza prioridades, mide fuerzas y recursos, y luego ejecuta, siempre conectado al Sí mismo, de donde proviene el llamado.
Si alguien se lanza al desarrollo de un proyecto que le interesa mucho, es posible que su ego lidie con contenidos internos que generan tensión. Es necesario que jerarquice prioridades y, por ejemplo, diga “no” a prácticas o actividades que, aunque placenteras, le quitan energía a sus propósitos. Por ejemplo: tal vez sacrifica un viaje con amigos con los que pasa muy bien, porque necesita el tiempo y los recursos para llevar a cabo su proyecto.
Ese tipo de sacrificios dirigidos por el “Principio de Individuación” demuestra un buen estado del eje ego-Self. En ocasiones el ego lidia con fuerzas internas que cuestionan la propia valía para realizar su propósito. Fuerzas que provienen del inconsciente personal y dicen: “no eres capaz de realizarlo”. Sin embargo, el proceso de individuación es asistido por fuerzas naturales que provienen de la profundidad de la psiquis, del propio Self, que se activan y ayudan a trascender las dificultades que se presentan en el proceso, tales como el “Arquetipo del Héroe” y el “Arquetipo del Sanador Herido”, entre otros. Con esto comenzaremos el próximo artículo.
Que la calma reine en el presente de tu vida.
Profesor Magister: Psic. Nelson Pérez Colev.