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La relación más importante para sentir la compañía de todo y todos, en todas partes

En el artículo anterior se planteó la paradoja entre la necesidad natural de la relación con otros, y el aumento persistente de la depresión y la soledad en el mundo. Para una mayor comprensión de este, y de futuros temas, describiremos algunas estructuras y funciones de la psique.  La relación más importante en la vida de todo ser humano es la relación consigo mismo. Cuando esta relación es afectada negativamente, dificulta la posibilidad de tener buenas relaciones con los demás y, por lo tanto, una buena vida. Desde la perspectiva de la psicología junguiana, las estructuras psicológicas más importantes de nuestra psique son: Ego, Self, Sombra, Persona, Ánima, y Ánimus. Hoy nos ocuparemos brevemente de dos de ellas: el ego y Self, y sus funciones, ya que la relación con uno mismo es la relación entre ellas.  

 

Ego  

El ego (o yo) es una estructura necesaria en la psique, que se desarrolla desde el inicio hasta el final de la vida. Gracias al ego somos conscientes de nuestra identidad, de lo que deseamos y necesitamos, de lo que nos proponemos y hacemos, de quienes somos en nuestras relaciones.   

El ego no es bueno ni malo. Es necesario. De acuerdo a su función recibimos los mensajes que provienen desde la profundidad del Self, y nos relacionamos con los contextos de la vida. A través de él, somos más o menos conscientes de algunas emociones y sentimientos, de cómo nos orientamos hacia lo que nos nutre o satisface, de lo que nos da sentido o, simplemente, de que realizamos lo que debemos o sentimos que hay que hacer.  

Para que esto ocurra de forma adecuada, el ego funciona con otras estructuras psicológicas mediadoras: Ánima y Ánimus, que le posibilitan la conexión con el llamado interior del Self, y Persona, que media entre el Ego y el mundo exterior. (Esta dinámica la describiremos más adelante).  

El Ego no es independiente. La principal influencia sobre él proviene del Self.  

 

Self o Sí mismo.  

El Self, o Sí mismo, influye en toda nuestra personalidad desde un plano profundo del inconsciente personal y colectivo. Es aquí donde se encuentran nuestras potencialidades humanas. Esas “semillas” del alma” (que llamamos arquetipos), que el ego toma del inconsciente, siembra y cosecha a lo largo de la vida.   

Al Self no lo podemos ver, pues está en el plano del inconsciente profundo. Pero cuando se nos presenta su llamado, experimentamos en la consciencia cierto entusiasmo o fascinación. Así lo observamos a través de sus manifestaciones. De igual manera que conocemos la esencia de un duraznero por los duraznos que produce, conocemos al Self por sus manifestaciones en la vida concreta. Por ejemplo, a través de una obra de arte que creamos, de los hijos que criamos, de la realización y el desempeño de una profesión, de la técnica o el arte que anhelamos y concretamos, y de infinidad de formas que abarcan todo el potencial humano, y cuya realización es posible en la vida.   

 

Ego sano, vida sana.  

De acuerdo a su función, el Self envía “llamados” al ego. Un ego sano los escucha, los atiende, dirige la voluntad y las energías de la psique hacia la concreción de dichos llamados en la vida, y así permanece el contacto ego-Self. Por ejemplo, ante el llamado del Self a la paternidad (aquí se activa el arquetipo paterno/materno), el ego orienta la crianza de los hijos: los cuidados hacia ellos, la elección de su educación, los consejos, entre otros.  

En cuanto a esta sana relación ego-Self, hay frases milenarias como, por ejemplo, “sé lo que quieras ser” o, “sigue el camino de tu corazón”, que guían hacia una buena vida: sentimos el llamado de nuestro ser (Self), y vamos en esa dirección. Cuando esto ocurre somos y nos sentimos auténticos. Esta tarea la realiza el ego a través de diferentes “personajes”, que constituyen otra estructura psicológica necesaria para que funcionemos en el mundo y en las relaciones, a la que llamamos Persona. Por ejemplo: cuando somos buenos trabajadores o estudiantes, o amables en unas circunstancias y duros en otras, son personajes que aprendemos para ser funcionales en el mundo, al servicio de nuestro Self.  

En este orden y dinámica, donde el ego es sensible y receptivo del Self, y se pone al servicio de sus llamados en el momento adecuado, se propician las buenas relaciones en todos los niveles de nuestra vida: psicológico, emocional, corporal, familiar, social, existencial, espiritual. De esta manera, experimentamos paz, bienestar y amor. Para que esto suceda, es fundamental la función psicológica de “sentir”. En la depresión patológica, justamente esta función de “sentir” aparece empobrecida.   

En el próximo artículo describiremos de qué manera se interrumpe la sana relación con uno mismo, en el eje ego-Self, que produce malestar y sufrimiento.  

Que haya paz y descanso en el presente de tu vida.   

Profesor Magistrado: Nelson Pérez Colev